De árbol a árbol


Así marcabamos las porterías para jugar a fútbol en los parques y jardines de Barcelona. Los que no eramos suficientemente afortunados de vivir en una casa con jardín, teníamos que jugar en los parques y jardines públicos. Las rodillas peladas y el olor a tierra.

Los que fueron afortunados de disfrutar de un jardín en casa, tendrás otros recuerdos años después, supongo. De casa de los abuelos o de algún amigo de la familia. Recuerdos de jardín.

El singular aroma a Mediterraneo de los cipreses, el sonido al pisar caminos de ojo de perdiz, el penetrante azahar o correr descalzo por el césped. Que te roce un sauce y filtre el sol para ti.

Las notas del agua. Piscina o fuente. La serpenteante y juguetona manguera.

Quizá, el jardín, fuese el escenario de un primer beso. O un primer desamor. Fiestas. Aniversarios. Funerales.

Noches de calma con cigarras y hormigas. Sobre hamacas aún calientes por el intenso sol de mediodía. La Luna y su luz. Un par de copas de vino y pensar. O no pensar. Filosofar sobre la vida. Ver crecer, evolucionar y florecer año trás año.

No hay nada tan profundo como sentir que pertences a un lugar.

Seguramente viajarás (deberías) y te mudarás (probablemente, también deberías, en algún momento) pero aquel lugar siempre, siempre te acompañará. Y te recordará que en algún momento fuiste afortunado de tener un hogar. Y haber podido vivir en él.

Dicho esto, para los que sean afortunados:

¿Cómo no vamos a a cuidar de los jardines? ¿Cómo no les vamos a hacer ese regalo a nuestro hijas y hijos? Nietos incluso. ¿Cómo no vamos a tratarlos com una estancia más de ese hogar? ¿Cómo no vamos a invertir en él?

669 698 683, por si acaso.


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